Valentín Arteaga y el arte de ancianar con júbilo

“No es una huida, son ganas de soledad, de silencio, oración y escritura”

Laura Figueiredo (14 de agosto de 2024).- Escucharle es escuchar un habla siempre calmado y lírico. Es el hijo predilecto de Campo de Criptana tal vez más universal tanto por su recorrido por el mundo como por su mirada siempre más allá del horizonte de esta planicie manchega. Este criptanense con palabra y alma de poeta hoy se lleva ese vivir amplio y ancho al valle de Iranzu. Allí vive desde hace unos meses en el monasterio que su orden teatina tiene en esta tierra navarra y lo hace por petición propia; considera que es tiempo de soledad, de silencio, oración y escritura.

Valentín Arteaga, estuvo el pasado mes en Campo de Criptana para participar en la presentación del libro “El sol del revés”, una antología poética doble dedicada a él y al tomellosero Eladio Cabañero. Un trabajo del antólogo Pedro Antonio González Moreno a propuesta del periodista y editor Jaime Quevedo Soubriet (DC39 libros Bambalinas). Un libro con edición de lujo e ilustrado por Ángel Pintado Sevilla. Todo un regalo para el mundo de la poesía.

Este padre teatino se muestra agradecido y como suele decir ancianando jubilosamente. Ahora lo hace “en un sitio deslumbrante y paradisiaco”. Y desde allí, sin olvidar su mirada universal, dirige sus ojos hacia lo hondo de esta llanura del mundo. Es un mirar al interior que no le deja de sorprender “y es que no somos capaces de comprender y entrar en lo hondo cuando hay más persona dentro que fuera”. Ahí, abriendo a poquitos puertas que dan a esos interiores de patios y corralones está nuestro Valentín Arteaga que conserva toda su capacidad de asombro y de curiosidad. Es más, se muestra asombrado e incluso extrañado de su poesía, de esos apuntes que hace en papeles sin ninguna pretensión allá en el valle navarro. Una poesía, nos dice, “con mucho pensamiento, con mucha misericordia y mucho amor hacia esas experiencias lejanas y no escritas”.

De poesía, del interior de los corrales, del mundo constipado y del saber ancianar hablamos con una persona sabia y tan universal como criptanense y manchega.

-Valentín ¿Cómo está usted?

Pues yo estoy muy bien, contento y experimentando con alegría y entusiasmo. Vengo de un lugar de soledad, de silencio, sin gentes, en un valle rodeado de montañas, un valle muy arbolado y hermoso. Es un monasterio cisterciense del S.XIII entre el gótico y todavía románico con una iglesia enorme. Estoy muy bien y me da la impresión de que vivo en otro planeta, en otro mundo, en otra galaxia. Tengo una habitación esplendida que da al valle, a la montaña y cuando abro por la mañana, aquello es un espectáculo paradisiaco. Es deslumbrante, me quedo en el alfeizar y rezo una Salve, despacito y después, a modo casi de broma pero sintiéndolo, bendigo a todo el paisaje. Son cuatro meses y estoy muy satisfecho.

-Después de años en la comunidad teatina de Madrid marcha usted a otra comunidad en el Valle de Iranzu en Navarra y lo hace a petición propia. ¿Le ha costado tomar esta decisión?

En un principio me costó pensarlo, decidirlo y luego ya pues pedí el permiso requerido para que me cambiaran de comunidad y a los cinco minutos me dieron el sí.

-¿Esto es una continuidad o una etapa nueva?

No, es una continuidad total. No es una ruptura ni actitud de rebeldía ni contestación ni mucho menos. Es una comunidad de la orden, una comunidad más. Es cierto que no tiene nada que ver porque yo antes estaba en una comunidad de ciudad, de parroquia con mucha actividad pastoral en Madrid. La nueva comunidad son unos sacerdotes compañeros míos que estimo desde mucho tiempo atrás. Son holandeses. Personas con mucha capacidad de pensamiento y reflexión, son europeos del todo. Son gente que lo mismo se quita un clériman y se pone un mono y toma un tractor o se ponen a sembrar patatas y quitar hiervas. ´

-¿Por qué uno decide salir del bullicio y ajetreo de Madrid y retirarse? Yo lo interpreto como un retiro.

No, retirarme no me retiro de nada porque ciertamente ya no tenía ninguna responsabilidad. Es un retiro en el sentido de que buscaba yo un lugar de silencio, de sosiego, de paz. Así lo quería yo para dedicarme a la oración, a la reflexión, a escribir y seguir dirigiendo Providencia, la revista de la orden. No era una huida, son ganas de soledad. Y hubo gente afectada por la decisión allá donde estaba yo.

-¿Cómo está ancianando Valentín?

Ancianando muy bien, con la capacidad de asombro y además escribiendo.

-¿Y qué escribe?

Te puedo decir que hay una cosa que me está extrañando. Yo sé que mi primera poesía era muy difícil, culturalista, simbólica, de difícil comprensión. Me decía una señora, -escriba usted para los pobres también, que lo entendamos-. Ahora tengo una carpeta y ya llevo un puñado de apuntes de poemas, pero muy sencillos, muy sentenciosos. Es una poesía que voy escribiendo en papeles que están incluso escritos por detrás y sin más pretensión; no me he propuesto para nada hacer un libro ni organizar un poemario, pero ahí los voy metiendo en esa carpeta.

--¿Está ancianando también su poesía?

No, al contrario. Está volviendo a ciertas experiencias profundas primeras no escritas y siempre con un mensaje, con una intención. Es una especie de memoria y de reflexión, meditación… poemas incluso de petición de humildad. Con mucho pensamiento, con mucha misericordia y mucho amor hacia esas experiencias lejanas y no escritas. En la poesía que hago ahora no hay intención de nada. Los quince apuntes o papelitos son como una meditación en poemas cortos.

“Son poemas con mucho pensamiento, con mucha misericordia y mucho amor hacia esas experiencias lejanas y no escritas”

-A lo mejor es que con la edad las cosas se ven más sencillas.

Exacto, es ultimar. Es dejar ahí patentes unos sentimientos y una visión de la vida. Recuerdo muchas cosas. Hay gente que cuando habla de mi poesía cree que yo hago una poesía criptanense, manchega, de este pueblo. Y no, es una poesía universal y muy mediterránea. En estos versillos de ahora es verdad que hay un discurso bastante medido, pensado y reflexionado. Y es que no somos capaces de comprender y entrar en lo hondo cuando hay más persona dentro que fuera. Mucha persona se queda enanita, sin crecer porque no somos capaces de abrir aquella puerta de los corrales últimos, de la cocinilla.

“Mucha persona se queda enanita, sin crecer porque no somos capaces de abrir aquella puerta de los corrales últimos, de la cocinilla”

-¿Y ahora es tiempo de abrir todas esas puertas?

Claro y las abro empujando un poco. Es un abrir puertas hacia el interior, pero con sencillez sin necesidad de llamar a los carpinteros para que desarmen y desatornillen. Y ahí dentro encuentras cada cosa. El mundo interior es alucinante. Yo no sé cómo somos tan dados a estar mirando hacia la calle, hacia fuera. La enfermedad de los exteriores es enorme, no hay pensamiento, no hay reflexión, hay un ir de la ventolera de la novedades siempre ridículas y siempre pobres. Vaciadas y vamos todos ahí como… La gente está deshabitada, vacía.   

“Vivimos a la intemperie, sin pararnos, acelerados, no hay tiempo, la gente no hace stop”

¿Cómo ves desde tu valle el mundo?

Me preocupa. Yo suelo decir que vivimos un tiempo constipado, sin carriles, el mundo no sabe a dónde va y va aburrido. Vivimos a la intemperie, sin pararnos, acelerados, no hay tiempo, la gente no hace stop. Caminamos…. ¿A dónde? Hay que aconsejar hacer silencio, es obligado que lo hagamos, es como la desnudez del ser. El mundo de hoy está revistiendo el misterio, está distraído. Hay carencia de detalle. La relación no se cuida. Es difícil y es un arte y creo que es lo más religioso de todas las religiones, la relación con el otro. Estamos enfadados porque los otros son otros, son distintos a mí. Los otros tienen su espacio, su libertad y nosotros pretendemos acosarlo.

“Yo suelo decir que vivimos un tiempo constipado, sin carriles, no sabe a dónde va y va aburrido”

-¿Algo positivo en este mundo?

Veo brotes de piedad, de inquietud y de ayuda mutua entre los jóvenes. Cierta búsqueda espiritual en los jóvenes y eso es muy bueno y muy necesario. Hay cierta mirada y ciertos comportamientos universales porque el ser humano o se comporta como ser universal o aminora y empequeñece.

-Usted que es un hombre sabio ¿qué consejos daría para un buen ancianar?

Lo primero es saber a dónde has llegado, tener claro el ámbito en el que estás. Ahora te queda mirar atrás como algo que has vivido y que pertenece a la misericordia de Dios, el presente es pura providencia ya. No olvidar ejercitar la acción de gracias, ancianar con agradecimiento al que te hace bien, agradecer las formas con que el otro te trata. La humildad, muy necesaria para ocupar tu nuevo espacio y aceptar. Sí, vivir con humildad y huir de la vulgaridad. Y aquí es verdad que hace mucho daño la vulgaridad y la descubres enseguida y sobre todo cuando descubres actitudes de sabios necios, gente que cree saber de todo.

“Ahora te queda mirar atrás como algo que has vivido y que pertenece a la misericordia de Dios, el presente es pura providencia ya”

-Valentín ¿agradecido a su nuevo espacio y lugar?

Mucho, agradecido a que mi vida pueda continuar en un monasterio, en un camino que no va a ningún lado; no hay camino. Allí se acaba el camino.


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